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domingo, 12 de septiembre de 2010

De cómo Iturbide no pudo cancelar la fiesta del 16 de septiembre

Agustín de Iturbide aspiraba a la trascendencia histórica; eso lo había dejado claro desde aquel día, cuando le dijo a los ciudadanos del naciente Imperio Mexicano, que él había marcado la ruta de la libertad; eso que era la gran aspiración de los proyectos nacionales de la época, la “felicidad”, ya era cosa de mucho trabajo y tenacidad.

Por eso, las pretensiones del gran negociador que era Iturbide en 1821, adquirieron otra dimensión no bien asumió, por medio de una regencia, el Poder Ejecutivo, porque la celebración, a juicio del Dragón de Fierro, debía centrarse en hechos concretos, en la consumación de la independencia. Por eso, insistió repetidamente en volver a fijar la fecha de conmemoración: sería el 27 de septiembre, cuando la independencia se había convertido en una realidad.

En ese sentido, hay un dato cierto: Iturbide es el primero que, como jefe del Ejecutivo del nuevo país, conmemora la gesta de la independencia, aunque no la vinculó al origen del movimiento, es decir, al llamamiento de Miguel Hidalgo.

No obstante, fijado el 27 de octubre de 1821 como el día en que se juraría y proclamaría, de manera solemne, la independencia en todo el reino, se optó por efectuar una ceremonia vistosa e importante: desfilaron las tropas mexicanas, para recordar el ingreso a la ciudad del Ejército Trigarante; les seguían carros alegóricos que estaban dedicados a elogiar a Iturbide. Hubo cañonazos de salva, repique de las campanas de la capital. Al mismo tiempo, en todos los poblados del país, los párrocos tomarían juramento a sus feligreses: prometerían defender, con todas sus fuerzas, la independencia lograda tras diez años de lucha.

Y, sin embargo, Iturbide nunca logró desterrar del sentir popular ese particular respeto en torno a la fecha fundacional: el 16 de septiembre, del mismo modo que fracasó en desterrar la imagen de Hidalgo de esa naciente imaginería cívica y popular.

Sus desacuerdos con el Congreso que entró en funciones en febrero de 1822 no ayudaron a consolidar su imagen de artífice de la independencia. Enfrentados con el ya emperador, los diputados decretaron que el 16 de septiembre sería fiesta nacional, que se celebraría con salvas de cañones y una misa de acción de gracias, a la que todas las autoridades deberían asistir, aunque no estuviesen de acuerdo con la fecha, como le pasó al flamante emperador.

http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=531590

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