Posadas, día de la Virgen de Guadalupe, Nochebuena, Navidad, Año Nuevo, día de los Reyes Magos... En estas fiestas navideñas muchos comerán más de lo normal, luego caminarán con torpeza: llenos de comida, pero contentos.
Tener la barriga llena de alimento se siente como un cálido abrazo desde dentro.
La evolución nos ha dado el instinto de comer mucho cada vez que podemos, preparándonos para tiempos difíciles. Es un impulso parasobrevivir, como las ardillas que almacenan comida para el invierno. También es un impulso potenciado por la competencia: ganarle a los otros con comida.
Nuestros cerebros nos recompensan por eso al liberar químicos de placer, en la misma forma que pasa con las drogas y el alcohol, dicen expertos.
Los científicos que estudian ese buen sentimiento después de comer lo llaman analgesia de ingestión, literalmente: alivio del dolor por comer.
“Hay circuitos de recompensa para hacernos disfrutar por comer”, dice Roger Cone, profesor y presidente de psicología molecular y biofísica en la Universidad Vanderbilt. “Si no comemos, no sobrevivimos”.
El sentimiento de recompensa aseguró la supervivencia de las especies.
“La mayoría de animales y durante la mayor parte de la historia humana, no habíamos tenido exceso de calorías”, dijo Cone. “Los animales y los humanos tenían que trabajar más duro para sobrevivir. Pero ahora, con calorías ilimitadas en todas partes y con una granreducción en la cantidad de actividad física, nos hemos vueltoobesos”.
A pesar del ambiente moderno bombardeado por anuncios publicitarios de comida rápida, el cableado en el cerebro humano no ha cambiado. Los circuitos de recompensa en el cerebro liberan químicos que dan confort y satisfacción al comer.
Tener ese fácil acceso a la grasa, la sal y el azúcar es un reciente desarrollo en la línea de tiempo humana, dijo Gary Wenk, autor de Your Brain on Food (Tu cerebro y la comida). “Nuestros cuerpos nos recompensan muy bien por comer ese tipo de cosas. Cuando las encontramos, las consumimos tanto como podemos, porque (nuestro cerebro asume que) no sabemos cuándo las vamos a volver a ver. (Aunque) cognitivamente, sabemos que eso no es cierto”.
El cuerpo nos recompensa por las comidas grasosas, saladas y dulces al liberar opiáceos endógenos, que ayudan al control del dolor. Un estudio publicado enNature Neuroscience sugiere que las comidas altas en grasas y en calorías afectan al cerebro en la misma forma que la cocaína y la heroína. Cuando las ratas consumen esas comidas en grandes cantidades, las lleva a hábitos de alimentación compulsivos que se parecen a la adicción a las drogas, halló el estudio.
Aunque comer tanto como es posible ayudó a la humanidad a sobrevivir a tiempos de vacas flacas, no es algo tan ventajoso ahora.
Estar lleno se siente satisfactorio comparado con los dolores del hambre. La comida reemplaza ese vacío con una comodidad somnolienta y relajante, que algunos llaman coma alimenticio. Se establece en el cuerpo mientras las hormonas son liberadas y la sangre se desvía a la digestión, dijo Barbara Rolls, autora de Volumetrics Eating Plan, un plan de dieta basado en sentirse lleno, conocido científicamente como saciedad.
“Empezamos no sintiéndonos bien y malhumorados, entonces comemos y nos sentimos bien”, dijo.
El cuerpo tiene señales naturales para decirnos que dejemos de comer; es cuestión de si nosotros las atendemos.
Cuando la comida viaja a través del estómago, tiene que ser digerida para moverse al intestino delgado superior. Una vez que llega ahí, los intestinos liberan una hormona para decirle al cerebro que deje de comer, dijo Wenk, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad Estatal de Ohio.
Conforme aumenta el consumo de comida, el estómago se llena, los niveles de glucosa en la sangre cambian, y la hormona ghrelina, que estimula el apetito, se calma. El sentimiento de saciedad debe hacer terminar el consumo de comida.
Los comensales con frecuencia ignoran esas señales. “Incluso si estás completamente lleno y no puedes comer otro bocado, cuando algo es sabroso, sigues comiendo”, dijo Wenk.
Rolls, profesora de ciencia nacional en la Universidad Estatal de Pennsylvania, tiene este consejo: “Le pido a las personas que no coman como si fuera su última cena”.
Aquí hay algunos consejos prácticos:
- Come cuando te sientas un poco hambriento, pero no esperes a sentirte famélico, porque probablemente comerás de más.
- Deja de comer cuando estés plácidamente satisfecho.
- Trata este ejercicio: Evalúa en una escala entre 1 y 10 qué tan hambriento te sientes (con 1 siendo muy hambriento y 10 extremadamente lleno). Durante la comida, periódicamente haz una pausa para saber dónde estás en la escala, y detente cuando estés en 5.
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