Desde el momento en que hace un año México anunció al mundo sobre un nuevo virus de características pandémicas, asumió todo tipo de costos, sobre todo económicos, un rubro que le costó, de entrada, 4 mil 300 millones de pesos.
Hace casi un año, cuando el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, informó al mundo que existía un “nuevo virus” de características pandémicas, que estaba enfermando y matando a gente joven, el funcionario federal confió en que el Banco Mundial, el Interamericano de Desarrollo y los países miembros de la OMS “resarcirían económicamente” a México ante la evidencia de que asumió todos los costos por haber alertado a tiempo sobre la aparición del A/H1N1.
Pero dicho acto de “honestidad”, como lo llamó en entrevista Córdova Villalobos, no tuvo eco el año pasado en la Asamblea Mundial de la Salud de la Organización Mundial de la Salud, que presidió Margaret Chan y los representantes de los países miembros en Ginebra, Suiza, ni en ningún otro foro mundial donde el funcionario expuso que el virus significó para el país un boquete económico superior a 4 mil 300 millones de pesos.
Y que además, de manera arbitraria, el sector turístico y el comercio exterior se vieron seriamente afectados, debido al cierre unilateral de fronteras por diversos países que cancelaron sus viajes y cruceros a México. Hace unos meses seguían; cinco países —Federación de Rusia, Gabón, Serbia, Bielorrusia y Bahrein— mantenían un bloqueo total, y tres —Jordania, Indonesia y China— impusieron restricciones parciales.
Lo cierto es que ningún argumento logró sensibilizar a los organismos internacionales y a los países miembros de la OMS para crear dicho fondo, con el que se pretende proteger a la naciones que alerten a tiempo sobre la aparición de un virus letal y con facilidad de contagio.
“La verdad es que cuando ya hablas de dinero y en retrospectiva muchos de los países hicieron oídos sordos; algunos nos ayudaron; recibimos, por ejemplo, apoyo de medicamentos de Estados Unidos, de Francia, así como batas y cubrebocas de China, pero no hubo un fondo real que se pudiera haber creado”, dijo el funcionario a MILENIO, quien además derrumbó el mito de que el niño Édgar Hernández, que sobrevivió al mal, fue el caso cero, ya que se tiene documentado antes a un hombre vivo, del Distrito Federal, del 10 de marzo.
—¿Entonces México se quedó solo y con todo el boquete económico?
—Solo, solo, no, porque tuvimos el apoyo de varios países, y la colaboración solidaria de la Organización Mundial de la Salud en la organización de la Cumbre Mundial de la Influenza que se llevó a cabo en Cancún, (“Lecciones aprendidas de la influenza”, julio 2009), a la que asistió su directora general, Margaret Chan, y 50 ministros de Salud, para quitar ese miedo de venir a México por el riesgo de la influenza.
México, precisó el funcionario federal, aún no pierde la esperanza de que se genere ese fondo y hará la misma petición en la próxima asamblea (en mayo) de la OMS.
“Hay que estar muy al pendiente de eso; parecería entonces que el actuar honesto, transparentemente, comunicar a tiempo y conforme a los reglamentos, viene a representar un riesgo para uno”, subrayó.
En la Asamblea Mundial de la Salud, abundó, “vamos a ver ahora cuál es el ambiente y la visión, ahora que ya más de 200 países se han visto afectados con relación a esto. Uno sabe que todas estas cosas, pues, pueden ser como un clamor en el desierto si no tienen eco; entonces, habría que buscar el apoyo de diversos países para tener más fuerza”.
El fondo de resarcimiento económico, puntualizó, no necesariamente deberá conformarse con los 4 mil 300 millones de pesos, que representó como impacto económico la influenza A/H1N1 a México, sino con varios millones de dólares; sobre todo, si se considera que sigue latente la amenaza de que el virus A/H1N1, de origen porcino, pueda combinarse con el aviar H5N1 y, entonces, sí habría un “problema muy grave” mundial.
“El H5N1 tiene años, pero cualquier día se hace un recombinante, agarra la escalerita, y la situación se va a poner difícil”, manifestó, Córdova Villalobos.
Aquel 23 de abril
El 23 de abril de 2009, Córdova Villalobos, pasadas de las 11 de la noche, informó a la nación sobre la presencia de un nuevo virus altamente transmisible y con potencial mortal, que causaba neumonías atípicas anormales, por lo que el gobierno federal, junto con los del Estado de México y el Distrito Federal, acordaron suspender las clases en los niveles básico y superior.
Antes, el 17 de abril, las autoridades sanitarias ya se habían declarado en alerta ante los primeros dos casos de muerte por epidemia de influenza, entre los que se encontraba una mujer embarazada de Oaxaca, previamente sana, de 36 años, que, de acuerdo con los estudios, se le diagnosticó presuntamente un coronavirus, que es un primo hermano del SARS (aviar H5N1).
“El 23 de abril nos llegó un mail del Departamento de Epidemiología de Canadá, que se trataba de un virus nuevo con tres características: de origen animal, con potencial pandémico y tipo influenza. Que habría que tomar todas las medidas de protección”; es decir, aplicar el reglamento internacional de distanciamiento social y comunicar de inmediato a la OMS-OPS, “porque no sabían a qué realmente nos estábamos enfrentando”.
Por ello, México, ese 23 de abril, prendió la alerta mundial; pero ya antes, en Estados Unidos, se habían registrado y documentado, el 21 de abril, dos casos previos de niños en el estado de California por parte de la CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades). El vecino país del norte, sin embargo, sólo publicó, pero jamás advirtió públicamente al mundo.
“Hay evidencias de que el virus se originó en Estados Unidos. Pero creo que nadie va a saber exactamente cuál fue el caso cero; lo que sí es que en Estados Unidos ya había casos H1N1 de origen porcino desde hace varios años”
—¿No le tocaba a Estados Unidos lanzar la alerta?
—Bueno, lo que pasa es que cada quien tiene que cumplir con su responsabilidad. Nosotros la cumplimos cabalmente, veíamos que ya estaba habiendo muchos casos de (contagio) y no íbamos a esperar a que Estados Unidos hiciera su aviso, cuando ya lo habían publicado en su panfleto en apego a su normatividad.
“Para nosotros era importante tratar de contener el primer pico de abril, de lo contrario hubiésemos tenido la cantidad de casos y muertes registradas en octubre (en total hay 72 mil 392 casos confirmados y mil 172 defunciones, de las cuales, más de 331 se registraron sólo en octubre), que hubiera saturado nuestros servicio de salud y eso si hubiera sido muy peligroso, muy angustiante.”
Y si se compara el número de muertes entre ambos países, subrayó, es posible detectar que en Estados Unidos se han registrado diez veces más casos que en México; “y no tiene diez veces más población que nosotros; creo que nuestra respuesta fue en ese caso la correcta porque evitamos muchos decesos”.
Córdova Villalobos reconoció que el A/H1N1 puso a descubierto cosas buenas y malas de nuestros sistema de salud; por un lado, demostró que el sistema de vigilancia epidemiológica funcionó, por el otro, evidenció “ineficiencias”, ya que algunos estados reportaban casos y otros se negaban hacerlo; además, se dieron cuenta de que no todos los hospitales contaban con respiradores, con insumos, medicamentos, ni con el personal médico capacitado.
“Hubo la necesidad de montar un laboratorio PCR (de reacciòn en cadean) en tiempo real en el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológico y luego en los demás estados”, dijo, tras referir que la influenza también evidenció los malos hábitos de higiene de los mexicanos, como no lavarse las manos y el estornudo de etiqueta.
“Con la campaña de lavado de manos no sólo disminuyeron 15 por ciento en 2009 las infecciones respiratorias, sino también las gastrointestinales”, señaló Córdova Villalobos, tras reconocer que la alerta pandémica no se levantará en breve, menos ahora con el calor y con el regreso a clases, lo que significará un incrementos de contagios y, posiblemente, de muertes, si se sigue con la costumbre de automedicarse y retrasar la atención hospitalaria.
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