VERACRUZ (Notimex).— Cecilia Cobos Rodríguez vivió 16 años en Ciudad Juárez, Chihuahua, y la inseguridad en esa frontera hizo que regresara de nuevo a Veracruz hace cuatro años, en ese entonces por la violencia contra las mujeres, de la cual fue víctima.
Ahora ella recibió a su esposo, Ignacio Zamudio, quien después de 20 años de radicar en ese estado del norte del país, volvió ayer movido por el temor a los constantes enfrentamientos entre grupos criminales.
La víspera, un total de 144 veracruzanos provenientes de Ciudad Juárez regresaron a la entidad a causa de la inseguridad y desempleo que se vive en ese municipio fronterizo con Estados Unidos.
Asegura que en un principio les gustó la ciudad, les fue bien. ''La gente que se va allá progresa'', señala. Trabajó en una maquiladora de la que salía a la una de la madrugada. Una hora era el trayecto a su casa ubicada a las afueras de Juárez.
Una noche, a escasos metros de su domicilio, un hombre la tomó por la espalda, intentó someterla; ''pero la fe en Dios y el miedo que me dio tan grande, me dio fuerza para aventarlo y salí corriendo'', menciona.
No quería que su hija de ocho años creciera, viviendo en esas circunstancias de inseguridad y de impotencia.
Recuerda: ''Nos tocó escuchar y ver a lo lejos cuando se llevaban a una muchacha y no pudimos hacer nada. La impotencia tan grande que da eso. Estar viendo, a lo lejos, cerca de mi casa, y no pudimos hacer nada, fue un ''levantón´ muy rápido, muy feo, son cosas muy feas''.
Ahora su marido ha vuelto, testigo silencioso de ejecuciones y enfrentamientos, donde en varios casos han fallecido personas inocentes.
''Me platica que él ha visto a los ejecutados en las calles, estar en enfrentamientos, está muy peligroso, ya tiene miedo'', sostiene.
Ingrid tiene nueve años. Estudiaba el cuarto año en la escuela ''Antonio Rodríguez Pérez“, pero se siente feliz de regresar a vivir en Veracruz, porque en Juárez casi no tenía amigas, sólo cuatro vecinas, a la que casi no veía, pues su mamá no la dejaba salir de casa.
''Casi no salía a jugar porque está muy feo, yo me doy cuenta. Estoy encerrada todo el día. Voy en la tarde a la escuela. Me levanto, como y luego salgo a jugar, en el patio de mi casa. Juego sola, a veces juego a la comida o si no, hago una casa. La verdad no me aburro de jugar sola'', comenta.
Por su parte, Sergio Castillo, de 23 años de edad, quien viajó a la ciudad fronteriza con su ahora esposa por dos meses y se quedó cuatro años, afirma al regresar a Veracruz: ''Aquí voy a empezar de nuevo, pero feliz''.
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Señala que en Juárez nació su hijo, compró una casa que fue pagando poco a poco y que ahora ha tenido que abandonar.
''Prefiero la seguridad de mi familia que la casa'', dice mientras sonríe y abraza a su hijo. Vuelve al puerto de Veracruz a vivir de nuevo a casa de su madre, sin empleo seguro aún, extrañando su trabajo en la maquiladora donde ensamblaba motocicletas.
''Hay un poco de progreso, pero hay miedo. Hay trabajo pero hay violencia, entonces prefieres vivir pobre, pero con tranquilidad'', dice.
Asegura que la violencia en Ciudad Juárez no es sólo por los enfrentamientos entre los delincuentes, donde una bala perdida puede costarle la vida a cualquiera que por ahí vaya pasando, sino que también, comercios y domicilios tienen ''visitas'' para exigir cuotas de protección.
''Ponen letreros en las casas que dicen: ''paso en 24 horas, si no quiebro a toda tu familia'', si no pagabas la cuota venían y te mataban, diario pasa eso, diario, ya hasta te aburren las noticias, puros muertos y muertos y muertos'', indica.
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