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lunes, 2 de agosto de 2010

De Fidel a Duarte, la historia tras la sucesión

Desde hace años se escribió para Javier Duarte la sucesión de Fidel Herrera Beltrán en el gobierno estatal. Su designación no fue casual. De estudiante conoció a quien años después sería su jefe. Dejó su tierra para ir a estudiar en la Universidad Iberoamericana y acudió a él en busca de ayuda, invocando la amistad que el entonces funcionario había tenido con su extinto padre

Desde hace años se escribió para Javier Duarte la sucesión de Fidel Herrera Beltrán en el gobierno estatal. Su designación no fue casual.

De estudiante conoció a quien años después sería su jefe. Dejó su tierra para ir a estudiar en la Universidad Iberoamericana y acudió a él en busca de ayuda, invocando la amistad que el entonces funcionario había tenido con su extinto padre.

En las aulas conoció a quien a la postre sería su esposa, Así se afianzó su amistad con Fidel Herrera, que se fortaleció cuando el entonces gobernador electo en aquel año 2004 lo nombró subsecretario de Finanzas, bajo el mando de Rafael Murillo.

Más tarde lo relevó, se convirtió en secretario. Luego vino la candidatura y la elección el 4 de julio del 2010.

Semanas después Javier Duarte diría en un noticiario televisivo que esa incertidumbre de varios días no se la deseaba ni a su peor enemigo. Y mientras varios buscaban colocación en el futuro gabinete, sentenció que nadie tiene seguro el puesto.

Pero ya muchos se reparten las posiciones clave.

DE FIDEL A DUARTE

Es el segundo semestre del año 2004. Fidel Herrera Beltrán ha recibido la constancia de mayoría del Tribunal Electoral de Veracruz. Pero falta el dictamen del Trife, porque el panista Gerardo Buganza Salmerón ha impugnado los comicios.

Entonces, comienza un largo calvario, un viacrucis, un limbo... de espera. Mínimo, tres meses. Doce semanas.

Así, Javier Duarte de Ochoa (JD), de apenas 30 años de edad, decide sacar jugo al tiempo y ser útil al jefe máximo.

Y en el estudio de Fidel en su residencia, JD coloca una gigantesca y enorme cartulina, que toma como un mapa de batalla, donde dibuja el organigrama del gobierno del estado de Veracruz, con el nombre en cada cuadro de todas y cada una de las secretarías del gabinete, con un cuadro para las subsecretarías, otro cuadro para las direcciones, otro para las subdirecciones, otro para las jefaturas y otro para las subjefaturas.

Y en cada cuadro, JD deja, a propósito, un espacio en blanco, para que allí, Fidel (el general en su casa de campaña) y en aquella cardiaca espera, se ocupe de ir poniendo, con su puño y letra, el nombre y/o el presunto nombre de su gabinete.

JD habla con los hijos de Fidel y les explica el mapa de batalla, como una terapia ocupacional. Y los hijos están de acuerdo. Más, Javier, el tocayo de JD, con quien se siente más cerca y más próximo.

A los dos, tres días, JD va a casa de Fidel y tiene ansia por mirar si el mapa sigue en blanco. ¡Pero no! En el mapa, Fidel ha escrito los primeros nombres. Uno. Dos. Tres. JD checa en silencio. Y se guarda los nombres en la memoria.

Su estrategia está dando resultados.

En los siguientes días, Fidel se encierra, solo, solito, en su estudio, y prepara su equipo de guerra, añadiendo más nombres al mapa.

Y en los días próximos, JD va mirando, maravillado y absorto, cómo, de qué manera, el mapa se va llenando de nombres y cargos y de más nombres y de más puestos.

Pero cuando el mapa está a la mitad del gabinete, JD se busca a sí mismo. Y no se encuentra. Y calla. Y espera, como el pescador a la mar, paciente, nervios de acero, temple de guerrero, la esperanza como estímulo.

‘‘TE IRÁS CON RAFAEL MURILLO’’

Una tarde, Fidel termina de llenar el mapa, como si fuera el juego del gato lleno de cruces.
Y para su sorpresa, a punto de un soponcio, Javier Duarte descubre que su nombre ha quedado fuera. Fuera del paraíso. Fuera del proyecto fidelista. Fuera de la gloria.

Y aunque a JD lo consume la angustia, aguanta vara.

Una mañana, Fidel lo invita a treparse en su camioneta. Y mientras el chofer maneja en silencio, como un soldadito mirando para adelante, sordo y mudo, sin parar oreja, Fidel dice a JD:
--En la Secretaría de Finanzas, Rafael Murillo necesita una gente de tu perfil. Ahí te quedarás.
--Sí, señor, gracias, dice JD, apagando el nubarrón, la tormenta, el vértigo, el alma en un hilo.
Al otro día, JD entra al estudio de Fidel y se lanza sobre el mapa, buscando su nombre, la posición, el cargo, el puesto.
Y Fidel ha escrito con su letra apresurada su nombre en el mapa.

Subsecretario de Finanzas
Javier Duarte de Ochoa

Ahí mismo JD habla por teléfono con Karime Macías, la pareja que también espera.
--Ya, le dice.
--¿Ya... qué?
--Ya.
La sonrisa acompañará el resto del día a JD.

‘‘NADIE TIENE SEGURO EL PUESTO’’

Lunes 26 de julio de 2010. El Tribunal Electoral de Veracruz entrega, por fin, la constancia de mayoría a Javier Duarte como gobernador electo. El presidente Felipe Calderón Hinojosa felicita a JD por su triunfo. JD otorga su primera entrevista al conductor de Telever, Rogerio Pano.

Y en la residencia de Gilberto Bravo Torra, presidente de la Unión de Gasolineros, sobrino de Víctor Bravo Ahuja, secretario de Educación con Luis Echeverría Alvarez, unos 50 amigos de JD y Karime, escudriñan el noticiero estelar de Televisa-Veracruz.

Y escuchan una de aquellas frases memorables, cuando Pano pregunta a JD si es rencoroso.
‘‘No soy rencoroso’’ dice el gobernador electo. Y añade: ‘‘Pero tengo memoria’’.

Y cuando JD y su esposa llegan a la casa, donde los amigos esperan a la pareja, todos aplauden.
Ahí están algunos de las mujeres y hombres más cercanos a JD.

Gonzalo Morgado Huesca. Carlos Brito Gómez. Marcelo Montiel Montiel. Erick Lagos. Edgar Espinoso. Harry Grappa. Salvador Manzur y su esposa. Carolina Gudiño Corro y su esposo. Gina Domínguez. Ramón Ferrari Pardiño. Eduardo Andrade. Gabriel Deantes. Tomás Carrillo. Othón Porras hijo. Y otros. Y otros más.

El ex panista, ex diputado federal y ex senador de la república, fallido candidato a gobernador en el 2004, Gerardo Buganza Salmerón, llegaría tarde y apenas, apenitas se quedaría 17 minutos y medio, pues todavía no se acostumbra a convivir con su nueva familia política.

Luego del aplauso, luego de los abrazos y apretones, antes, mucho antes de la primera copa de vino, antes, mucho antes de la primera vianda, JD diría, en corto, tres frases célebres para la historia inmediata.

Una. ‘‘Ni a mi peor enemigo deseo la última semana que he vivido, luego del 4 de julio’’.
Dos. Nadie tiene seguro el puesto.

Tres. El gabinete se integrará en base a resultados y hechos.

Después, vendría el grito colectivo de ¡Salud, Javier!

‘‘Salucita, señor gobernador’’ exclama una voz anónima que nadie puede identificar... más que el de junto.

Eran las 6 de la mañana cuando Gilberto Bravo Torra, el amigo del ‘‘tío cómodo’’ (Fidel Herrera) despedía al último invitado, en la puerta de su mansión.

http://imagendelgolfo.com.mx/resumen.php?id=190705

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